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Aquella vieja casa
En aquella vieja casa
mis pupilas se encendían
cuando brotaba el amor
con aroma de primavera.
En mis visitas diarias
las historias secretas
con sabor a miel
endulzaban mi alma.
Las tardes de mi infancia
siempre eran celestes
en ese gran patio
con canteros de ternura.
En la cálida cocina
los bizcochos me tentaban
desde un plato de porcelana
sobre la mesa gastada.
Dos fantásticas personas
me mostraban su mundo
que derramaba simpleza
y derrochaba entusiasmo.
En esas tibias paredes
colmadas de sueños
mis vecinos me regalaban
la alegría de la vida.
María Griselda García Cuerva