Una madrugada de Octubre
Aquellos días eran largos
y colmados de angustia,
tenían un sabor amargo,
opacaban la vida.
Tu sonrisa no era la misma,
ya no iluminaba,
tu mirada derramaba
una lluvia de tristeza.
Tu rostro abatido
había perdido el brillo,
tu voz temblorosa
me lastimaba el alma.
Tus piernas no tenían fuerza
para recorrer ese camino sombrío,
tus pulmones solo eran gotas
para apagar un gran incendio.
La muerte te acariciaba
pero oponías resistencia,
no querías perder
el tren de tus sueños.
Las espesas lágrimas
empañaban mis ojos,
deseaba retenerte
en esa primavera.
Una madrugada de Octubre
te marchaste silenciosamente
en medio de la oscuridad,
¡cómo te extraño, papá!
María Griselda García Cuerva